domingo, 7 de noviembre de 2010

¡Oh, si mi pueblo me oyera!

En nuestra vida hay muchas cosas que no nos permiten oír o escuchar claramente la voz de Dios, esas cosas son las que tú sabes muy bien que están ahí guardadas en tu corazón y que no le agradan a Dios. Hablamos de enemistades, rencores, celos, envidias, disensiones, pleitos, fornicación u otra obra que en lugar de beneficiar a tu espíritu, está alimentando los deseos carnales. Y a menos que nuestros oídos estén abiertos por el Espíritu de Dios, no tenemos oídos para oír.

Si mi pueblo me hubiera escuchado, y hubiera vivido como yo quería, .... Sal 81:13

Mientras más oigamos de Dios, de su Palabra tendremos Fe. La fe es una conducta que debemos ejercitar en todo momento, es una actitud frente a los problemas que posiblemente nos encontramos todos los días.

Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo. Romanos 10:17

Mientras que con los oídos se escucha la Palabra de Dios, con el corazón se “entiende”, de esta forma se logra una aceptación de la Palabra de Dios con el corazón.

“Una mujer llamada Lidia... nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptara las cosas que Pablo decía”

(Hch 16,14).

Hay gente que tiene el entendimiento “encubierto” y no pueden “entender”, no porque la Palabra sea algo difícil de entender, sino porque sus corazones están engrosados, duros, no permiten que la semilla de la Palabra crezca.

“Mirad, pues, cómo oís” (Lucas 8:18).

Un buen cristiano se esforzará al máximo para que nada ni nadie le separe del Señor, pues tiene oídos, ojos y boca para estar en sintonía con la Palabra de Dios.

Tenga cuidado de lo que entra en sus oídos. Porque eso lo marcará; tendrá sus efectos en usted. A los que son oidores fieles de la palabra y hacedores de la obra. Cristo los reconocerá como sus familiares.

Dios me los continúe bendiciendo,

Dubis Saenz C.

¿Tienes a Jesucristo en la lista de tus amigos?

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